El ser de un espacio geográfico no determina reconocerse en él. Pedro Tineo siempre vendrá del verde de una región que es un enclave: cercana al Delta del Orinoco, que no es costa pero la contiene, que se entrecruza con grandes cauces de ríos, una vegetación entorchada, dibujada y repujada, con un cromatismo que llega casi a la iridiscencia. Justo en esa puesta en escena, Tineo viaja y deambula, indaga y estudia su propio territorio. Lo conoce a través de su naturaleza, desde el orden que ha construido como en un jardín que se bifurca, se reproduce y multiplica. Plantas imantadas, alteradas y deformadas que nacieron de un cuenco de tapara. Y que ahora están condensadas e integradas a esta nueva serie “Rocío manglar”.
Lo de Tineo no es de ningún modo mímesis ni bana representación, el artista construye un universo aparte que se alimenta de esa tierra cuya presencia es inefable pero también fáctica y tangible. Tineo viene del dibujo, de la pintura y del desbordamiento de los límites en las disciplinas plásticas conocidas. Es un objetualista que elabora esculturas “un tanto sui generis” que provienen de sus nichos nidos, madejas de plantas con cierto aire expresionista. Ha experimentado con diversos materiales. Recurrió a la bolsa plástica para proyectar universos, concavidades y receptáculos, con una fuerte carga de humor e ironía. Rematándolas con algún personaje predeterminado, como una muñeca o un minúsculo animal que aparecen de manera azarosa en la composición.
Si algo descolla en la obra de Tineo es su meticulosidad, su ir tejiendo y bordando paisajes de filigrana. Su destreza se identifica al componer, armar y rearmar, con un sentido beligerante e incisivo, los detalles que pueblan su obra. Por lo que su trabajo termina siendo un gran mosaico, con múltiples focalizaciones, tensiones y equilibrios entre sus elementos.
El espectador de la obra de Tineo ha de percibir ese entramado infinito de transparencias. Superposiciones de materiales, donde el dibujo traza las líneas precisas de elementos yuxtapuestos. El papel es trabajado a fondo, el artista hace alquimia, lo acuerpa y el “collage”, en gran formato, es la técnica protagonista de la serie “Rocío manglar”.
En la actualidad, se conoce la condición implícita y el valor de uso del papel moneda venezolano. Sabemos al detalle las circunstancias. En especial la función del rol del dinero en tanto bien de intercambio, sobre todo la carga de confianza y “fiducia” que debe contenerlos. Sin embargo, dado que al parecer no hay valor intrínseco alguno, el artista aprovecha la calidad de material noble y lo descontextualiza de su propia función para convertirlo en manchas cromáticas y formas disímiles. Fauna y elementos autónomos que alternan con la mirada de reojo de los héroes epónimos. La ironía puesta en función del hecho creativo.